jueves, 3 de noviembre de 2016

SANTA MARÍA EGIPCÍACA



María la Egipcíaca, llamada la Pecadora, vivió cuarenta y siete años en el desierto, donde llevó austerísima vida,y se consagró a Dios,hacia el año 280 del Señor,bajo el reinado de Claudio. Cierto abad llamado Zósimo, habiendo atravesado el Jordán,buscaba en aquel desierto para ver si encontraba allí algún santo padre. Distinguió una criatura completamente desnuda,con el cuerpo negro y quemado por el sol; esa criatura era María Egipcíaca. No bien notó haber sido vista trató de huir; pero Zósimo la persiguió corriendo con rapidez. María le dijo:"Zósimo,¿por qué me persigues? Perdóname si no me atrevo a mostrarme  a ti ni a mirarte a la cara, es porque estoy completamente desnuda; pero dame tu manto y una vez que me cubra podré mirarte sin rubor". Cuando el abad oyó que le llamaba por su nombre mostróse sorprendido,le dio su manto,e hincándose de rodillas le rogó que lo bendijera:"Padre,dijo ella, a ti corresponde mejor bendecirme a mí,porque tú estás revestido de la dignidad del sacerdote".Cuando vio que no solamente conocía su nombre,sino que además sabía que era sacerdote,mostróse maravillosamente asombrado y le suplicó aun más vivamente que lo bendijera. Entonces ella dijo:"¡Bendito sea Dios,redentor de nuestras almas!En el momento en que ella rezaba con las manos unidas,el anciano vio que se elevaba un codo de la tierra y concibió la duda de que fuese algún espíritu que fingiera estar en oración.Ella dijo entonces:"Que Dios te perdone por haberme tomada a mí,vil pecadora,por instrumento inmundo". Entonces Zósimo la conjuró ,en nombre de Dios,a que le contase su historias, y ella le dijo:"Padre,perdóname;pero si te digo lo que soy, huirás espantado como ante una serpiente; tus oídos se mancharán con mis palabras y el aire se infectará de podredumbre".Y como él insistiese con vehemencia, dijo ella por fin . "Yo nací en Egipto,y a los doce años fui a Alejandría,donde durante diecisiete años me sometí a la depravación pública,entregándome a todo hombre.Y cuando algunos hombres de aquella comarca se disponían a hacer el viaje de Jerusalén para adorar la Verdadera Cruz,rogué a los marineros que los conducían que me llevasen con ellos.Cuando me pidieron el precio del pasaje les dije :"¡Hermanos,no tengo dineros que daros;pero tomad mi cuerpo en en pago del pasaje"!Aceptaron el trato y dispusieron mi cuerpo para cobrarse. Llegamos juntos a Jerusalén,y presentándome con los demás a las puertas de la iglesia para adorar la Verdadera Cruz me sentí repentinamente rechazada por una fuerza invisible;volví varias veces hasta las puertas de la misma iglesia pero no me fue posible entrar,mientras los otros entraban sin la menor dificultad. Entonces reflexioné y comprendí que mis numerosos y sucios pecados eran la causa de mi repulsión;comencé a suspirar profundamente, a verter amargas lágrimas y a castigar mi cuerpo con mis propias manos. Mientras examinaba el pórtico vi una imagen de la bienaventurada Virgen María y comencé en seguida a rezarle muy humildemente,pidiéndole que me perdonara mis pecados y me dejara entrar para adorar la Santa Cruz, y le prometí renunciar al mundo y hacer para lo futuro voto de castidad. Puse toda mi confianza en la bienaventurada Virgen bendita,y entré aquella vez en la iglesia sin encontrar obstáculo. Después de haber adorado muy devotamente la Santa Cruz,un hombre me dio tres dineros con los cuales compré tres panes. Oí entonces una voz que me decía."Si pasas el Jordán estarás salvada". Pasé pues el Jordán y vine a este desierto,donde he estado durante cuarenta y siete años sin ver a ningún hombre;los tres panes que traje se han endurecido y me han bastado hasta el presente. Mis vestidos cayéronse a pedazos,y durante los primeros diecisiete años de mi vida solitaria tuve que sufrir tentaciones de la carne;pero con la gracia de Dios logré vencerlas todas.Ya te he contado mi historia,y te ruego que pidas a Dios por mí". Entonces el anciano se arrodilló  y bendijo,en su sierva,a Nuestro Señor."Te ruego además,dijo ella,que vengas a la orilla el día de Pascua y traigas el cuerpo de Nuestro Señor. Yo iré a tu encuentro y recibiré de tu mano el cuerpo sagrado,porque desde que he venido aquí no he recibido el cuerpo del Señor". El viejo volvió a su monasterio, y al acercarse el día de Pascua tomo el cuerpo del Señor y se llegó a la orilla. Hizo ella el signo de la cruz y fue a unirse sobre el agua con el anciano,y él, asombrado, se arrodilló humildemente a los pies de la santa .Pero ella le dijo:"Guárdate de obrar así,porque llevas contigo los sacramentos de Nuestro Señor y brillas con la dignidad del sacerdote.No obstante, te ruego que vengas a buscarme el año próximo".Recibido el sacramento,hizo la señal de la cruz ,y,caminando sobre el agua,volvióse ella al desierto y él a su monasterio. Al año siguiente volvió al mismo lugar,pero la encontró muerta. Derramó lágrimas pero no se atrevió a tocarla. Díjose a si mismo:"De buena gana le daría sepultura,mas temo que eso la disguste".Y mientras reflexionaba vio a la cabeza de la santa un escrito que rezaba:"Zósimo,entierra el cuerpo de María,vuelve sus restos a la tierra y ruega por mí a Nuestro Señor,obedeciendo cuyas órdenes he abandonado este mundo al décimo día de las calendas de abril"
Entonces el anciano tuvo la certidumbre de que en seguida de recibir el sacramento,cuando estuvo de regreso en el desierto,había entregado el alma.Y aquel desierto que Zósimo había tardado en recorrer treinta días,lo recorrió ella en una hora y llegó hasta Dios. Procuraba el viejo cavar la tierra para dar sepultura a María,pero no lo consiguió;entonces vi venir un león muy dócil, al que le dijo:"Esta santa me ha ordenado que la entierre, y no puedo cavar la fosa porque soy ya viejo y carezco de los instrumentos necesarios. Cávala tú y escarba hasta que podamos enterrar el cuerpo santo"El león comenzó a rasguñar hasta hacer un hoyo lo suficientemente grande para el caso;una vez que el cuerpo estuvo en la fosa,volvióse tan pacífico como un cordero,y el viejo volvió a su monasterio alabando a Dios.


de La leyenda Dorada - Jacobo de Vorágine  (1230-1298)